HURACÁN

De entrada a uno le choca que un huracán que azota Estados Unidos recibe mucha más atención de los medios que otro que barre Centroamérica o, en versión tifón, el delta del Ganges por los lados de Calcutta y Bangla Desh. El primero abre noticiero acá en Colombia, el segundo recibe una breve mención en la sección internacional y por lo general le da paso a un muy sonriente "no se muevan que ya vienen las noticias del entretenimiento". Y otro motivo de furia: "Claro, 70 yankees muertos son más noticia que 300.000 bengalíes".
El tsunami del Océano Índico fue gran noticia más que todo por la cantidad de europeos y gringos muertos y desaparecidos.
También, de entrada, uno tiende a pensar: "bueno, que de vez en cuando les toque algo a esos gringos %&*#$". Ah, y como se trata de estados de la mitad de Estados Unidos... "eso, se lo merecen por elegir a Bush". Y también tiene algo de morboso ver cómo algo tan primario como un fenómeno atmosférico tropical/subtropical amenaza ya no tugurios construidos sobre pilotes de madera sino autopistas, 'superdomes'... ver 100 yates destrozados en una playa, 80 narcoburbujas aplastadas contra un muro, eso también forma parte del show. "Eso, qué bien... que les duela".
Pero cuando el 'zoom' se acerca y ya no son autopistas inundadas sino personas todos esos estereotipos antiimperio y antibush se van al diablo. Aparecen los herederos de los esclavos, los nietos de los 'bluesmen' legendarios del delta del Mississippi, los hijos de los luchadores por los derechos civiles, ellos son el alma del jazz, las víctimas eternas del Ku Kux Klan. Aparecen entonces cabañas de madera (como en Bangla Desh, como en el Chocó), padres que lloran desconsolados, aparece una verdad que los estereotipos y los planos generales olvidan: el llamado primer mundo también está plagado de pobres. Las víctimas de los huracanes, de las inundaciones de Rhin, al igual que de los ataques del 11 de septiembre, son pobres. O personas de clasas medias que terminan cada mes con los centavos contados. La única diferencia sustancial es que en Estados Unidos los sistemas de alarmas y evacuación, así como las normas de construcción, logran que un fenómeno que en el tercer mundo provoca 25.000 ó 100.000 muertos allá se reduzca a 70 ó 100.
Pero el millón de damnificados, ¿qué será de ellos? Entonces uno siente una infinita tristeza por estos descendientes de los esclavos y del 'blues' que no dejan de sufrir y también un poco de rabia con uno mismo por caer tan fácil en los estereotipos del antiimperialismo.