Monday, April 03, 2006

TRAQUETOTITLÁN (13)

En Mondoñedo, un sector montañoso de la ciudad bastante al oeste de Soacha, la gente vive de la venta de un gas putrefacto que sirve para cocinar y que venden en bolsas plásticas. A Carranza le dijeron alguna vez que ese es un barrio que construyeron sobre un botadero de basura.
Son decenas de casas de barro que se deshacen poco a poco con la lluvia, con ventanas muy pequeñas, sin vidrios, y tejados elaborados con residuos que aparecen cuando excavan un par de metros.
Es un inmenso barrio construido sobre colinas erosionadas por el viento, en una zona de canteras abandonadas, como esas máquinas en ruinas que se ven a lo lejos y que hace mucho tiempo mordieron sin piedad la base misma de los cerros.
A pesar de la llovedera el lugar es árido. En una ladera cercana a una vieja carretera que iba a un sitio que a comienzos de siglo se conocía como La Mesa apenas crecen unas pocas acacias que han logrado salvarse de la tala, las quemas y el avance implacable de la ciudad. De resto es un desierto. Un desierto húmedo tropical. Como la Amazonia pero mucho más frío.
Carranza se pone un pañuelo sobre la boca. No soporta ese olor dulzón que el aire húmedo vuelve aún más penetrante. Se baja del carro con la mano derecha metida en el bolsillo de la chaqueta. Está listo para disparar.
Entra al único edificio que remeda una construcción común y corriente. Es una casa verde de dos pisos con grandes ventanas enrejadas y puerta de metal y toda suerte de alambres de púas y serpentinas en el perímetro de la azotea. Allí funciona una sucursal de una empresa que se llamaba Cambios Country (eso se alcanza a leer en lo poco que queda de un viejo letrero) pero que desde hace años de años controlan unos socios de don Salvador Gacha.
Decenas de personas hacen fila allí, día y noche, en espera de alguna remesa. A casi nadie le llega plata. Los que lograron irse se han olvidado más y más de los que se quedaron en Bogotá. Los pocos afortunados que aún reciben dinero del exterior deben darle el 20 por ciento de la plata a un tal José Obdulio, el jefe político que controla todo ese sector que va de Mosquera a Bojacá al sur de la antigua carretera a Honda.
Carranza va por allá el primer día del mes. José Obdulio no lo saluda, ni siquiera lo mira a los ojos. Carranza recibe el recaudo y el recibolo del recaudo en silencio. No cuenta los billetes.
Nadie dice nada cuando se va el jeep azul de Carranza. Así son las cosas en Mondoñedo desde hace como 30 años.

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