REELECCIÓN DÍA 39
LA FOTO OFICIAL
Recorte de prensa tomado de El Diario Oficial de la Reelección.
Esta sección entra en tregua navideña. Dejo, para que lean en vacaciones, las columnas que publican esta semana en Semana Antonio Caballero, Daniel Coronell y María Isabel Rueda.
La reelección de Uribe
Por Antonio Caballero
Algún lector se asombrará: pero ¿no había sido reelegido Álvaro Uribe presidente ya varias veces? Y su asombro es comprensible, porque llevamos todos ya cerca de cuatro años (casi desde antes de que fuera elegido) hablando de su reelección. Unos a favor, otros en contra. El propio Uribe, coquetonamente, se dejaba querer, se dejaba desquerer, por la prensa, por el
Congreso, por la Corte Constitucional, sin soltar por su boquita ni un "no" sincero ni un "sí" verdadero. Y entre tanto hacía campaña. Los tres años largos de gobierno del presidente Álvaro Uribe no han sido otra cosa que una larga campaña electoral, desde los consejos comunitarios de los pueblos hasta los nombramientos de embajadores ante las grandes potencias. Pasando por los nombramientos de funcionarios ante los embajadores.
Otro lector tal vez se asombrará: pero ¿no había sido elegido o reelegido Uribe para luchar contra la politiquería?
Ay, querido lector...
Se atribuye al ingenio de R. H. Moreno Durán, el escritor que acaba de morir, la irrefutable observación de que "ese aforismo según el cual 'el fin justifica los medios' no tiene principios". Lo cito a propósito de Uribe porque él es, de entre todos nuestros desprincipiados dirigentes políticos, el más falto de principios, y aquel para quien con más brutal énfasis el fin justifica cualquier medio. ¿Cuál fin? El fin mediocre de ser, a toda costa, presidente de Colombia. ¿Para qué? Para eso: para ser presidente de Colombia. Sin propósito, sin objeto, sin programa. Porque, como hemos visto en estos años, su programa cambia cuando cambia el viento de la reelección. Pasa de ser "contra la politiquería" a ser de apoyo a los politiqueros, pasa de ser "contra la corrupción", a apoyarse en los corruptos.
Hasta sus más rendidos áulicos comienzan a preocuparse. Así, escribía en estos días Rudolf Hommes, su antiguo asesor ad honorem (cosa que, por cierto, contradice los principios -pero no los fines, ni los medios- de un verdadero neoliberal) que no está bien que el Presidente abandone el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos "por razones electoreras". Y escribía su antiguo ministro Fernando Londoño su temor de que los "hercúleos brazos invictos" del presidente Uribe no den para que su segundo período sea tan "fecundo" como el primero.
¿Qué quedó del primero? El ministerio de Londoño, y su promesa -tal vez ni él mismo la recuerde- de que el gobierno habría eliminado el narcotráfico antes de que acabara el año 2003.
(A propósito de lo de los "hercúleos brazos": ¿no le da a Londoño cierta vergüenza usar esas expresiones de tan grotesca cortesanía servil? ¿No le da vergüenza ajena a Uribe escucharlas? Sobre todo porque no son ciertas. Los brazos del Hércules de la mitología, aunque muy fuertes, no fueron "invictos". Los venció el célebre ladronzuelo Caco, que le robó a Hércules en sus narices los toros de Gerión haciéndose pasar fraudulentamente por un trabajador de la empresa. Pero Hércules, al menos, no premió a Caco nombrándolo ministro de Justicia).
Repito la pregunta: ¿qué quedó del primer período presidencial de Álvaro Uribe, que entra ya en su ocaso?
Promesas incumplidas. Palabras huecas. Y nuevas promesas y nuevas palabras. Dice Uribe:
"Si el problema con la guerrilla para hacer la paz es que suavice el discurso, no tengo inconveniente en no decirles terroristas sino arcángeles".
Pero no se trata de lo que diga, pues ha dicho todo y ha dicho también lo contrario. Sino de lo que haga. Y no ha hecho nada.
Por eso quiere repetir.
El manifiesto burocrático
Por Daniel Coronell
Si no fuera porque ya se sabe quién va a ganar las elecciones, esta campaña podría resultar sorprendente, e incluso divertida. Bastaría con comparar lo prometido por Álvaro Uribe, hace cuatro años, con las realidades de su administración.
El plan de gobierno -que se debía ejecutar antes de agosto de 2006- fue llamado El Manifiesto Democrático. Sus '100 puntos' eran a la vez diagnóstico y remedio para todos los males de Colombia. Entre esos males, los más protuberantes eran la corrupción y la politiquería.
Por ejemplo, el punto 6 señalaba: "El Estado burocrático y politiquero ha engañado al pueblo con un discurso social que no ha cumplido porque los recursos se han ido en clientelismo y corrupción". Hasta ahí todo es cierto. Lo grave es que después de 40 meses de gobierno Uribe, esa situación sigue igual.
Los politiqueros de siempre y sus familiares han recibido las más apetitosas posiciones del Estado. Embajadas y consulados han sido la caja menor para pagar favores electorales y comprar apoyos del Congreso.
Para nombrar unos pocos, tienen familiares en la diplomacia: Gustavo Dájer Chadid, Miguel Pinedo Vidal, Fernando Londoño Capurro, Carlos Holguín Sardi, Álvaro García Romero, Piedad Zuccardi, Alberto Santofimio, José Name a quien le nombraron a su hija Margarita Rosa embajadora alterna en Nueva York, cuando su otro hijo, José David, tuvo que retirarse del consulado en la misma ciudad para aspirar a la curul de su padre. Cuando el columnista Daniel Samper reveló la lista completa, el Presidente anunció que no haría más nombramientos políticos en el servicio exterior, pero esta semana Álvaro Pava Camelo fue designado embajador en Perú.
Contra la corrupción ha hecho cosas parecidas. Decía el manifiesto uribista: "Necesitamos salvar el Seguro Social. Lo destruyó la politiquería, no la Ley 100. No hay que entregarlo a los directorios políticos". Punto 60 que no se cansan de leer en Barrancabermeja, ahora que la representante a la Cámara Yidis Medina -dueña del voto que a última hora salvó la reelección- maneja el Seguro en esa región.
Gente de su confianza está al frente de la clínica Primero de Mayo. La otrora tímida Yidis frecuenta la entidad y maneja desde allí otras prebendas que le llegaron después de su desinteresado cambio de opinión.
Afirmaba también el candidato Uribe en su manifiesto que "La presidencia será austera para dar ejemplo". En desarrollo de ese punto 7, hace unas semanas el Presidente firmó un decreto ordenando que sus asesores y secretarios reciban cuatro salarios más al año. Esto es un aumento del 25 por ciento en los ingresos de sus inmediatos, del que también gozarán ministros y viceministros. Vaya austeridad.
Austeridad parecida a la que prometía para el funcionamiento del Congreso. Aseguraba el punto 18: "El número de congresistas se debe reducir de 266 a 150. Sin privilegios salariales, ni salarios exorbitantes. Un congresista español devenga siete millones de pesos, uno colombiano gana el doble".
El número de congresistas sigue siendo el mismo. Sus salarios se han reajustado puntualmente. Y los gastos del Congreso de mayoría uribista van en ascenso. Un comunicado de la Casa de Nariño, del 16 de octubre de este año, reporta con orgullo partidas adicionales para el Senado y la Cámara por 52.500 millones.
La bonanza de las relaciones entre el gobierno y las dos cámaras ha alcanzado hasta para darles nuevos y millonarios privilegios salariales a los secretarios del Congreso, tan importantes para la maquinaria legislativa. El mismo comunicado de Palacio anuncia que "se acogió una proposición para dar una prima especial a los secretarios y subsecretarios de las 14 comisiones del Congreso".
La prima especial en realidad son cuatro. Treinta y dos millones de pesos anuales en promedio, adicionales a los ocho mensuales que ya ganan. Más de lo que devenga un congresista español, si nos atenemos a los 100 puntos.
El discurso ha sido uno, y el gobierno, otro.
El próximo 7 de agosto, en su segunda posesión, el presidente Uribe podrá advertir -con todo derecho- que muchos de los problemas que afrontará provienen de la administración anterior. Su propia administración.
Se acabó el gobierno
Por María Isabel Rueda
Se acabó. Porque los próximos cuatro meses serán de intensa campaña. Y si hacemos un balance de lo que efectivamente ha podido hacer Álvaro Uribe durante estos tres años y medio, no hay duda de que se rajaría.
Me puse en el trabajo de repasar los 100 puntos de su programa original de gobierno. Y descubrí que en el punto 98 Uribe escribió la siguiente perla cuando todavía no había sido elegido: "Un gobierno de cuatro años no resuelve la totalidad de los problemas nacionales". Es difícil saber si ese era apenas un presentimiento, fruto de la experiencia de tantos gobiernos inconclusos en Colombia, o si lo que tenía en mente desde ese entonces era hacerse reelegir con el 'articulito' de Fabio Echeverri.
Lo cierto es que hasta los que fuimos enemigos de la reelección inmediata tenemos que reconocer que Uribe tenía razón, porque los primeros tres años de gobierno: o no le alcanzaron y dependerá de su segundo período para que muestre resultados reales, o estaremos al término de ese segundo mandato, en 2010, en la penosa obligación de concluir que tampoco le alcanzaron otros cuatro años.
Si se dividen los 100 puntos de su plan de gobierno en los grandes temas, las conclusiones son desalentadoras.
Descontada la carreta política de los primeros 17 puntos, del 18 al 41 se plantea su ofensiva contra la corrupción y la politiquería, y miren los resultados.
No cumplió con su promesa de reducir el Congreso de 266 a 150 miembros. Tampoco con la de volverlo unicameral. Tampoco con la de eliminar la casa por cárcel para los corruptos de cuello blanco. Tampoco con la de hacer de Colombia un país sin droga. La oralidad del sistema penal sí se estableció, pero funciona muy deficientemente. El estatuto antiterrorista sí lo hizo aprobar del Congreso, pero lo tumbó la Corte. Y desde luego la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura para cambiarlo por otra forma más efectiva de administrar la justicia está más lejos que nunca de ser una realidad, porque cada político tiene allá una cuota qué cuidar.
A partir del punto 41 se desarrolla su programa de paz. No hay duda de que con los paras se ha hecho un esfuerzo descomunal para su desmovilización, pero no repitamos las dudas que todo el país tiene acerca de la implementación del proceso. Con el ELN hay una lucecita lejanísima de una mesa de diálogos, y con las Farc estamos igual de lejos que cuando comenzó el gobierno.
Si yo fuera Uribe dormiría abrazado del punto número 42 de su plan de gobierno, pues no hay duda de que sí logró recuperar la confianza de la inversión en Colombia y el optimismo de los colombianos.
Pero en el punto 43 tenemos un nuevo reversazo. No hay resultados ostensibles contra la corrupción y la politiquería que hayan permitido, como lo prometió, erradicar la miseria y construir el cambio social.
Entre los puntos 43 y 54 Uribe puede encontrar otra almohada sobre la cual dormir tranquilo. Su ministra estrella, Cecilia María Vélez, ha logrado resultados muy satisfactorios en materia de educación: se ha cubierto el 72 por ciento de la meta de ampliación de cupos escolares en educación básica y media, 53 por ciento en la de educación superior, y el 75 por ciento de cumplimiento en las metas de otorgamiento de créditos en el mismo nivel.
Pero los puntos 55 y 56 vuelven a ser una pesadilla, pues los recursos de la salud se los están robando los paras, los hospitales se siguen cerrando y la promesa de que los médicos y profesionales afines dejen de ganar por una consulta menos de lo que vale una permanente en una peluquería es un fracaso. Hay siete proyectos para modificar la Ley 100 y no hay ninguna posibilidad de revivir el debate antes del año entrante.
En el punto 60 Uribe promete salvar el Seguro Social. ¿Habrá alguna posibilidad de que estemos al otro lado o de que haya podido despolitizarlo?
El punto 62 contiene sus metas para el campo, que o no eran realistas o deberían adaptarse a las ambiciones del TLC.
En el 63 sus promesas sobre la equidad en materia de tenencia de tierras son risibles, al lado de las cuatro millones de hectáreas que se cree poseen los paramilitares.
En el 69 las cosas vuelven a ser catastróficas. Uno de los mayores fracasos de este gobierno ha sido la política de vivienda. Uribe prometió 400.000 soluciones para un déficit de 2.300.000, y sólo ha entregado 250.000 subsidios de vivienda.
Hasta el punto 82 se podrían medir grandes frustraciones en materia de infraestructura vial y férrea y transporte fluvial.
Ni qué hablar de la revolución tributaria del punto 89. Va una reforma, viene otra, y el problema fiscal sigue sin resolverse.
En el punto 90 Uribe tiene otro salvavidas con la reforma pensional, que logró sin lugar a dudas sacar adelante para bien del país.
Ya ustedes verán si le conceden un parte de cumplimiento en el punto 100, en el que ofreció ser "un Presidente sin vanidad de poder".
Mi pronóstico es reservado.
2 Comments:
Recorte de prensa tomado de El Diario Oficial de la Reelección:
[“Yo me atrevería decir que el límite está en la buena fe”, dijo el funcionario al responder a una pregunta sobre cómo distinguir entre el candidato y el Presidente cuando Uribe haga un pronunciamiento público.]
Bonita la ley de Garantías.
excelente todo lo que cita. Caballero es mi ídolo, lo de Caco, Uribe, Londoño y Hércules es pa echar un volador navideño. Le da a todos por donde es. Coronell excelente, gran periodosta, muy acertado. Maria Isabel Rueda tiene razón en muchas cosas, pero escribe muy mal. Igual funciona. Buena lectura navideña a ver si es que en Colombia dejamos de ser tan aduladores de la farsa y nos ponemos más reales. Viva cualquier candidato que no sea Uribe. O sea Mockus? ni idea.
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