SIGUE LA TALA
Me da mucha piedra ver caer un árbol. Más allá de si existen motivos técnicos para cortarlos (por lo general no, al menos en Bogotá), siento que un árbol debería ser una presencia inmortal. Los árboles, por principio, deben durar mucho más que las personas. Como los elefantes y las tortugas. Los humanos no tenemos ningún derecho para derribarlos a menos que los hayamos sembrado con el fin de proveernos de madera, papel o leña y, de paso, no talar los bosques naturales.
Por eso la tala de eucaliptos que se adelanta en la Avenida Pepe Sierra me tiene muy triste. No entiendo la razón de esa tala, una tala anunciada con la que venían amenazando a los bogotanos desde los tiempos de Peñaloza, cuando doña María Consuelo Araujo era directora del Jardín Botánico. Ellos, con el entusiasta apoyo de la prensa, le metieron a la gente la idea de que un árbol era más peligroso que una banda de sicarios o de atracadores, que los árboles eran los enemigos públicos número uno de la ciudad.
Salvo el afán de contratar o de pavimentar la ciudad para tener contentos a los de Cemex y el Sindicato Antioqueño no se me se me ocurre una razón de peso que justifique talar unos eucaliptos que sembraron en tiempos de don Pepe Sierra, cuando Santa Bárbara era una hacienda y no un barrio plagado de metederos y cuchitriles. Seguramente dirán que estos árboles están enfermos. Se inventarán cualquier excusa, como han hecho no sólo los del Jardín Botánico en el pasado sino también el IDRD, el IDU, el Acueducto y Codensa para adelantar sus talas criminales a lo largo y ancho de la ciudad.
Qué triste es ver caer un árbol. Esos eucaliptus todavía evocan, en el separador de una vía de tráfico pesado, una época de fincas y carretas tiradas por bueyes. Ojalá dejen en paz los que aún siguen en pie y rebosantes de salud. Porque es de veras muy triste ver cómo cambia el panorama que antes dominaban con sus ramas y hojas y que ahora ha quedado desnudo. El árbol, que era un regocijo para la vista, al caer deja en evidencia, a la vista de todos, los cadas vez más deplorables edificios que crecen como un cáncer por los barrios de la ciudad.
8 Comments:
Otro episodio de melancolía eduardoariasiana:
-melancolía arbórea
Se une a:
-melancolía teusaquillesca y chapineruna
-melancolía vinílica
-melancolía deportiva
-melancolía cinematográfica
melancolía, oh melancolía.
¿Realmente tiene que ver Cemex con todo esto? Digo, que uno lo puede sospechar por supuesto, pero, ¿está comprobado?
pues tiene que ver en la medida de que vendieron cemento a la lata durante la pavimentación de los parques bogotanos, que no creo que sea una gran prioridad. Pero bueno...
Pues yo la verdad me adhiero a este comentario. Aunque vivo en Medellín y no tengo la más remota idea de cuales son los eucaliptos que están cortando me da mucho pesar pues uno de mis recuerdos lejanos de infancia —cuando visité por primera vez a Bogotá— fueron los muchos árboles que vi. No sé si es cierto o no, pero eso es lo que recuerdo. Tenía 8 años.
Si, es muy triste. Yo si me acuerdo cuando estaba chiquito cómo la 116 era casi que un bosque.... habían MUCHOS Eucaliptos. (también recuerdo los pronunciados desniveles en la calle). Aunque tampoco es que sea mentira que los talan por razones de seguridad: recuerdo cómo se han caído varios por sí solos. El problema es que los árboles no tienen por que caerse por si solos, a menos que haya algo que los haga morir. Ahí entramos nosotros: Nosotros los matamos quitándoles espacio para sus raíces, evitando que les lleguen nutrientes, dándoles puro CO2 de alimento y una que otra orinadita. Así que culpa nuestra si es, pero a nadie parece importarle.
Recuerdo la historia de hace pocos años de una casa en (o cerca de) el parque de la 93 que vendió una señora bajo la condición de que el árbol que había en su patio fuera trasplantado a un lugar seguro. Alguien sabe a donde lo movieron y su estado de salud? Curiosidad nada mas....
Era un magonlio que había donde van a hacer el centro comercial el retiro (al frente del andino). Quién sabe dónde estará. Magnolios hay grandes viejos y bonitos en el Rosario, en la facultad de medicina (siete de agosto).
En los andes había unos lindos árboles (cipreses, creo) y los tumbaron hace 3 años. Eran viejísimos: los habían plantado allí desde los tiempos que era un molinero, en el siglo XIX y tal vez el XVIII. Pero creo que esos sí andaban enfermos: una vez se cayó uno y aplastó un carro. Y no creo que ahí tuviera que ver cemex... otras razones debió de haber.
No, Cemex no tuvo nada que ver. Le compraron cemento, un cemento que está destrozado (TransMilenio) y como si nada, Peñaloza, el Alcalde Gerente que recibió esas obras de pésima calñidad, es presidenciable. Miren en qué estado andan los andenes. Zumidos por el paso de peatones y una que otra moto o ciicla ocasional.
Alcalde gerente, háganme el (BEEEP) favor...
No estoy en contra de la idea de un alcalde gerente. Lo confieso: era peñalosista. Por eso mismo me parece estúpido que sea candidato presidencial, desde la vez que escribió su "ensayo futurista" sobre Colombia y hablaba ¡¡¡DE CICLOVÍAS A CAMPO TRAVIESA!!! Seguramente el problema más grave de Colombia es "la movilidad" (bueno, habrá quienes diran que sí...).
El problema de ser alcalde gerente es que Peñalosa actuaba como el alcalde de un municipio. Él mismo elegía de qué color las canecas y de que especie los arbolitos. ¿No suena conocido este arte de no delegar funciones, de un ejemplar y obsesivo apersonamiento de cada detalle? Igual eso es lo que gusta de lo que dejó Peñalosa: una ciudad "con identidad corporativa".
¿Pero era lo que Bogotá necesitaba? ¿Si quedó bien hecho? Bla, bla, bla. Igual Pastrana ya fue predidente.
Paila$!
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