No más Brasil. Bye bye Brazil. La alegría no es sólo brasileña.
No más "genios que frotan la lámpara". Se acabó la farsa de Parreira. Se acabó la farsa de Ronaldo, quien lo único que hizo en este Mundial fue irrespetar al público del mundo entero con su indolencia y su pachorra. Me imagino que también se acabaron las ventas de réplicas de Copas del Mundo en los semáforos de Río de Janeiro y Sao Paulo.
Y que ahora no nos dé a los colombianos la huevonada de que el mundial se acabó porque ya no están Brasil y Argentina. "
Los hermanos suramericanos". Por favor... Queda el verdadero rey del fútbol de los últimos 20 años; Zinedine Zidane, el que quería jubilar Raúl. Queda Ribery, que ha hecho mucho más en esta Copa del Mundo que Tévez y Messi y Riquelme juntos. Queda Thierry Henry, quien ya comienza a despertar. Queda Figo, un batallador al que no le pesa la fama cuando le llega el momento de echarse el equipo al hombro. Queda Cannavaro, el mejor defensa central del planeta. Queda Totti. Queda Ballak, queda Klose.
Lo repito, nunca he sido demasiado hincha de Francia. Pero me encanta que pongan en su sitio a ese remedo de equipo de Brasil que los únicos partidos que jugó bien en los últimos tres años fueron ante Argentina; uno en la eliminatoria (el de los tres penales que regaló Oscar Julián Ruiz) y la paliza con baile de la Copa Confederaciones.
Lo siento por Ronaldinho, por Kaká, por Cafú, por Ze Roberto, por Cicinho, por tantos jugadores bacanos que tiene Brasil y que en sus equipos tanto hacen por darle algo de alegría al fútbol de nuestros tiempos.
Pero me alegro y celebro y salto de la felicidad por ver cómo se desploma en un instante todo ese entorno de lambonería que ha rodeado a esa selección de Brasil que, por suerte, ha dejado de existir. Se fueron. Ya no están. Por-tu.gal-gal-gal!, Allez les bleus!, Forza Italia! Deutschland! Deutschland!
Bien idos, brasileños... Así quería verlos. Con las manos vacías. La tienen bien merecida. Por prepotentes, por arrogantes, por perezosos.