
Cuando miro esos mapas físicos de Asia donde predominan los mares, los ríos y el relieve y en los que no dibujan las fronteras nacionales encuentro siempre un gran territorio que me pide a gritos: "
quiero ser un país". El límite occidental, la costa oriental del Mar Rojo, del Mediterráneo y del Egeo. El límite sur, el mar Arábigo. El límite norte, Bósforo, mar de Mármara, Dardanelos, el mar Negro, el Caucaso, el mar Caspio y, de allí a las estribaciones de la cordillera de Karakorum, una línea que siga el contorno de las colinas de Asia Central. El límite oriental, el río Indo.
Yo lo llamo Estados Unidos del Medio Oriente. Un país estilo Colombia: pluriétnico y multicultural. Un país de cien idiomas: árabe, hebreo, francés, farsi, turco, urdu, patsu... Un país de ciudades cargadas de historia, de leyenda: Jerusalén, Estambul, Tiro, Alepo, Kabul, Beirut, Damasco, Bagdad, Tel Aviv, Karachi, Teheran, Lahore, Tabriz, La Meca, Medina...
Un gran país de regiones. Pero de regiones que se enriquecen mutuamente, no de repúblicas y reinos artificiales que se asesinan a nombre de las tres religiones monoteistas. Las tres religiones del odio, la guerra, la venganza y la muerte.